
El anterior sábado estaba charlando con mi amigo "A" de miles de temas y como buenos seres humanos comunicadores que somos, terminamos hablando del Asunto/Tema Homosexual.
Hay dentro de cada uno un resquicio de envidia, que se manifiesta en la intolerancia, en la falta de comprensión, pero ante todo en la negación de lo que ocurre hace miles de años, en todos los estamentos sociales de todas las culturas del mundo. Y aún en estos días, todavía es improbable que sea aceptado como algo común y corriente. Como algo natural, aunque lo sea; como algo normal, aunque lo sea. La mayoría de las sociedades conservadoras no hacen otra cosa que negar y prohibir, juzgar y sentenciar. Su trabajo se basa en la exclusión y la falta de respeto a una diversidad que obviamente merece ser incluida, de una vez por todas, en la sociedad moderna e incluyente que el ser humano del futuro debe construir. Pero a pesar de todo, a pesar de la negación y la prohibición, a pesar de los prejuicios y las sentencias inquisidoras, aún así, seguimos de pié y mantenemos nuestra firme convicción de luchar por nuestros derechos, por el respeto a las minorías, por la inclusión y por la erradicación de la intolerancia, Seguimos, y lo hacemos de la mejor manera que podemos hacerlo: amando y cantando a nuestra libertad y a nuestro amor.
Ya sea por nacimiento, por inclinación, por decisión o por algún hecho indeseable, nuestra situación es absolutamente normal y natural: es simplemente un estilo de vida. Una opción, una elección. Una manera de vivir que hemos adoptado con orgullo, pero sobre todo con la responsabilidad que asumimos en la defensa de nuestra condición. No habrá en ninguna parte del mundo, en ningún hombre sobre esta tierra, la fuerza suficiente para aniquilar la voluntad del hombre o de la mujer, que ha decidido seguir sus instintos y sobre todo escuchar a su corazón. La felicidad no tiene precio, siempre nos dicen, aunque en este caso, les puedo asegurar que el precio de nuestra felicidad es demasiado alto. Hubo y hay mucho dolor de por medio. La soledad es nuestra compañera y el miedo, la sombra que nos acompaña cuando caminamos, todos los días, por las calles de las ciudades que se niegan a vernos.
Durante casi toda la historia de la humanidad hemos sido criticados, insultados y perseguidos. Salvo los griegos y algunos otros, las demás civilizaciones siempre tuvieron muchas objeciones entorno a la posibilidad de aceptarnos e incluirnos. La conspiración, que muchas veces fue silenciosa, tuvo la infame misión de satanizarnos. Intentaron callarnos, pero no pudieron contra la fuerza del amor puro y sincero. Trataron de matarnos, pero siempre supimos resucitar con la frente en alto. Pretendieron no vernos, pero nunca nos importó el desprecio de los ciegos de corazón. Hoy en día, cuando la sociedad va avanzando y la democracia se profundiza a través de la reivindicación del carácter individual de los ciudadanos, todavía hay balas en las miradas y cuchillos en las lenguas. Somos objeto de burla en la televisión y algunas veces se nos mira con cierta compasión, que se vuelve insoportable al pasar el tiempo. Una vez más, es necesario establecer las bases de la libertad individual que, aunque a muchos les pese, nos guiará a través del camino que hemos elegido seguir y en el cual pretendemos ser felices.
Algunas veces me pregunto si todo lo que hago, o lo que hacemos, servirá de algo algún día. La batalla que ha comenzado hace ya muchas lunas y tiene un final incierto. La lucha por la reivindicación será bastante dolorosa, correrá mucha sangre y muchas lágrimas. Será nuestro destino pelear para obtener nuestros derechos, contribuyendo, desde nuestra posición, desde nuestra situación, para que las cosas cambien. Estoy conciente de que habrá que caminar mucho para alcanzar la meta, la meta que nos tendrá de igual a igual con todos los seres humanos. Como debe ser, como debió haber sido siempre. Porque el ser humano es el único que tiene la desfachatez de negarle al prójimo su derecho al amor.
Oscuridad, silencio, penumbra. Siempre tuvimos que ocultarnos, siempre tuvimos que fingir, y muchas veces tuvimos que negarnos a nosotros mismos. Hemos vivido en la sombra, en la clandestinidad, casi en el exilio. Nos han maltratado, nos han desconocido, nos han negado. Pero a pesar de todo, hemos sobrevivido. Nos hemos amoldado, y hemos buscado la manera de mantener intacto el sentimiento que nos mantiene vivos, que nos da alas para seguir soñando, para seguir buscando, para seguir peleando, pero sobre todo para seguir amando. Como lo hacemos nosotros, a nuestra manera, con nuestro estilo, con nuestro amor.